Lucha por la paz y el orgullo.

Hacía un día excepcional, no había  ninguna nube en el cielo azul, tan solo se podía observar el sol en su punto más alto alumbrando todo el lugar con su luz. La briza danzaba libremente por los alrededores acariciando las hojas de los arboles generando un agradable sonido para el oído. Aquel lugar era aparentemente una calmada planicie, la misma tenía uno que otro árbol sin ningún orden fijo pero aquello le daba una belleza misteriosa al lugar, una belleza digna de ser apreciada por un rey, y no cualquiera rey, si no el rey de todos los héroes. En medio del lugar podía verse claramente una “base” bastante extraña ya que por su arquitectura se veía bastante moderna, pero los colores usados y algunos símbolos le daban un aíre antiguo e incluso divino. Incluso si se analizaba lo suficientemente bien uno podría decir que aquella base podía transformarse en algo más —de hecho era así—, en fin.

Dentro de aquella base podemos observar varios cuartos con diversos usos, algunos cuartos eran habitaciones lujosas, otros estaban llenos de maquinaría extraña, en si toda la estructura parecía ajena de la época —de cualquier época de hecho—. Había una habitación, una en especial que parecía importante por el simple hecho de que había un enorme trono dorado con decoraciones de tela roja y a un par de metros de distancia una enorme mesa con aproximadamente 20 asientos, la mesa y las sillas de color dorado también, pero había algo más curioso y era que todas las sillas —o al menos la gran mayoría— estaban ocupadas por personas bastante peculiares y cada una parecía diferente en cada sentido de la palabra, pero había alguien que sobresalía y era quien se encontraba sentado en el trono.

Su pierna derecha estaba colocada sobre su pierna izquierda, recargaba su mentón sobre su mano izquierda que a su vez se recargaba de la parte contigua del magnífico asiento. Sonreía con suficiencia, al parecer se encontraba satisfecho de todos los que se encontraban en ese lugar ya que sus ojos rojos como la sangre se encontraban clavados en aquella mesa donde todo estaba silencioso. Pasaría su mano libre por su cabello, lo echaría todo para atrás para seguidamente el mismo se colocara perfectamente en puntas, se veía bastante bien tomando que aquellos cabellos eran rubios y lacios. Finalmente aquel hombre de porte importante se aclararía la voz de forma refinada y ensancharía su sonrisa. —Me alegra que todos ustedes estén acá. — Menciona aunque cierto deje de arrogancia se escaparía en sus palabras, como si ellos debieran estar alegres de verle a él. —El motivo de este llamado es algo más importante que una simple reunión entre camaradas. — Dijo de forma serena y calmada. —Hemos sido amenazados. — Aquellas palabras las pronunciaría como si fuese el peor pecado que se pueda cometer en la vida. No hacía falta agregar más, todos sabían quienes en ese momento serían los únicos en pronunciarse en contra del poderoso grupo. —¡Yo, el rey de todos los héroes no voy a permitir esa osadía hacia nosotros. — Se levantó de su trono y miro a los presentes desde arriba con su porte imponente.

—Así que tanto por el bien de la humanidad— la cual le había dado una segunda oportunidad. —y de nuestro orgullo debemos acabar con quienes se han pronunciado en nuestra contra. — Ahora apretaba uno de sus puños con fuerzas, era simple parecer confiado ante todos —después de todo era su deber como líder inspirarlos—, pero ciertamente sabía que aquel grupo de mercenarios tenían miembros poderosos, miembros que quizás requería su divina actuación en el campo de batalla o quizás de… En ese momento miro directamente al joven de armadura dorada que parecía estar medio dormido en medio de sus palabras —cosa que no le extraño— y al joven de cabellos negros con aire misterioso. —Quiero saber si realmente están dispuestos a pelear esta batalla. — Frunce sus labios. —¡No! — Exclama dándole un golpe a su trono. —¡Quiero saber si están dispuestos a ganarles a los incautos que amenazan el orden y la paz que intentamos proteger! — Mira a los presentes sonriendo de forma confiada esperando respuestas positivas o aplausos mientras proseguía a tomar asiento nuevamente.